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sábado, 15 de mayo de 2010

Charlas Acuáticas


La mugre llevaba más de catorce horas trabajando, ya era hora. Clotilde comenzó con su sermón cariñoso y maternal, que poco a poco se transformaba en el más exitoso discurso fachista. Condenado, el pequeño Emilio acepta la hoguera. Era increíble como en segundos los roles se intercambiaban, y el niño acuático recuperaba su trono.
El viejo Godzilla miraba de reojo a los nuevos héroes del interminable océano, mientras Clotilde luchaba por una tregua entre los titanes. En ese preciso instante es dónde la gran charla daba su campanada inicial.
El titiritero era siempre el que rompía el hielo con una plácida convocatoria a lo lúdico, eran los únicos segundos donde ella encontraba paz para trabajar. Aunque en el fondo estaba alerta y expectante al ataque voraz del principiante vampiro.
Entre operetas y sonrisas, clavó sus colmillos con una dulce duda. Ella esperaba que nunca se lo preguntase, que el tiempo haya hecho su trabajo y que el alzhéimer prematuro existiera de una buena vez. Pero no. La disuasión de la fantasía y la experiencia fue su chaleco antibalas y logró sortear la incógnita. La promesa de ir juntos a elegir un nuevo héroe era lo mejor, el trofeo que callaría la duda por lo menos hasta la próxima charla acuática.

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